Las palabras primas by Fernando Iwasaki

Las palabras primas by Fernando Iwasaki

autor:Fernando Iwasaki [Iwasaki, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Páginas de Espuma
publicado: 2018-02-13T23:00:00+00:00


Sin embargo, aunque en La Florida el Inca se declaró «enemigo de ficciones, como son libros de cavallerías y otras semejantes»[101], en su biblioteca estaban el Decamerón (1353) de Boccaccio y el Guzmán de Alfarache (1604) de Mateo Alemán, muy bien surtidos ambos de vinos, tabernas y borrachines, aunque en ninguno de los dos podríamos encontrar una exaltación más rotunda del vino como la que Fernando de Rojas estampó en la Celestina (1499), otra novela galante que aquel «enemigo de ficciones» atesoraba en su celda del Hospital de la Limpia Concepción de Córdoba. Así, en el acto ix, cuando Pármeno y Sempronio estaban en los escarceos con Elisia y Areúsa, la memorable alcahueta los despidió jarro en ristre con un breve pregón dentro de este pregón:

Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar. Porque quien la miel trata, siempre se le pega de ello. Pues de noche en invierno no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de éstos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto aforro todos mis vestidos cuando viene la Navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene continuo en un ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año. Que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del corazón, más que el oro ni el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza, pone color al descolorido, coraje al cobarde, al flojo diligencia, conforta los cerebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del aliento, hace potentes los fríos, hace sufrir los afanes de las labranzas; a los cansados segadores hace sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas, sostiénese sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello, que todos tenéis cabellos. Así que no sé quién no se goce de mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que con lo que sana el hígado enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor para eso poco que bebo. Una sola docena de veces a cada comida. No me pasar de allí, salvo si no soy convidada como ahora[102].



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